Cada vez que hay un estreno en la TV, los diarios se encargan de hacer sus respectivas criticas hacia el producto, muchas veces pueden ser buenas criticas y otras veces, malas. Las criticas son realizadas por periodistas especializados en espectáculos. A continuación dejamos las criticas correspondientes a los diarios LA NACIÓN & CLARÍN realizadas en el mes de enero del año 2001.
Critica DIARIO: LA NACIÓN
Por: Miriam Molero
En esta crítica se evitará llamar a los chicos por su nombre porque ellos como tales están exentos de culpa. Porque no es más que responsabilidad de los mayores, de los adultos a cargo de la producción de "Cancheritos", la decisión de poner frente a las cámaras de TV a niños que no están preparados para actuar profesionalmente.
La historia de la televisión local da cuenta de que la actuación no es sólo cosa de grandes. Andrea del Boca,Marcelo Marcote, Lorena Paola, Guido Kaczka, Gloria Carrá y muchos más fueron niños-actores. Exactamente eso es lo que no son los jovencísimos protagonistas de "Cancheritos", que han sido extraídos del escenario escolar para depositarlos sin escalas a una posición que los excede. Y si la falta de virtudes para la actuación ubica a los chicos al borde del abismo, el guión los empuja un paso hacia adelante.
De qué se trata?La historia es similar a la de la película "Terminator". En el año 2050, el mundo ha sido destruido. Un grupo de humanos sobrevivientes tratará de salvarlo. Para hacerlo, envía al año 2001 a un robot con cuerpo de niño que se encargará de mantener con vida al salvador de la humanidad, otro niño.
En tanto, en la actualidad, este chico de doce años que salvará a los hombres es parte de un equipo de fútbol, los "Cancheritos", que se enfrenta a los malvados "Malosos", la agrupación cuyo director técnico es el dañino Agapito Ronqueti (Fito Yanelli). Una vez más, los buenos y los malos se enfrentan en la ficción.
La síntesis de la historia no es descabellada. Tal vez tampoco original, pero de ninguna manera imperdonable aunque se trate un producto de Enrique Torres, un autor con tanta experiencia televisiva. Claro que del dicho al hecho... Porque no hay identificación ni proyección que alcance, no hay ingenuidad que dé abasto para creer -o al menos mirar con simpatía- algunas de las escenas. Ejemplo: Push, el robot, es arrojado a la pileta. Su condición de máquina le impide mojarse y por lo tanto la zambullida es mortal. Alejo, su amigo humano, integrante de los "Cancheritos", lo lleva a su habitación. A continuación, se ve a Push inerte sobre la cama y a Alejo, sentado en el suelo, rodeado de decenas de piezas mecánicas y circuitos de computadoras. El chico, de unos once años, con un secador de pelo en la mano no sólo pretende recuperar las piezas sino que dice, además, que va a volver a armar el robot.
El elenco de los mayores no se enfrenta a situaciones menos complicadas o inverosímiles. Uno de los inconvenientes es que los perfiles de los personajes son más que dosificados, desparramados abruptamente ante el espectador. Así, el panadero (Marcelo Rodríguez) no tiene más remedio que decirle a Lauti que "cuando murió tu mamá le dije a la tía que vinieras a vivir con nosotros", y concluye aclarándole que ahora es "su hijo mayor". Todo en dos líneas. La muerte de una madre, la adopción familiar y la integración de un sobrino como hijo. Por supuesto que esto llega a entenderse luego de varios minutos de preguntarse: ¿qué madre? ¿quién es la tía? ¿los dos tienen una tía? ¿la tía, entonces, es la esposa?
Con mayores o menores aciertos trata, en general, de sobrevivir a sus parlamentos, el resto del elenco adulto entre los que se destacan Andrés Vicente, como el "profe" de los Cancheritos, Fito Yanelli como Agapito y Victoria Carreras, la madre del futuro salvador de la humanidad.
La estudiantinaCon excepción de los muy profesionales decorados (cada escenografía doméstica transmite las condiciones económicas de cada familia, por ejemplo), el resto de los elementos que componen "Cancheritos" es de un amateurismo anonadante.
El vestuario, que no deja de ser canje de ropa en lo que atañe a la época actual, podría lucirse con los personajes del año 2050. Pero no. Las ropas del futuro parecen confeccionadas más por el gusto de una maestra jardinera que por el criterio de un diseñador. La vestimenta ayuda, en el tiempo actual, a Fredy (hermano del malvado Agapito). El muchacho, algo tonto, es rápidamente captado por "La voz", la encarnación del mal que llega desde el futuro. Así se convence de que es un superhéroe y se bautiza a sí mismo como Supertarado o SuperT. Pero sería injusto afirmar que este personaje es apremiado sólo por su disfraz. También lo ahoga la absoluta soledad en la que debe realizar sus escenas. Gerardo Baamonde es un actor talentoso, pero no puede solo. Su capacidad apenas salva estas escenas, que pretenden ser humorísticas, del pleno patetismo.
En el mismo tono debe describirse la "escenografía" dispuesta para el año 2050. Porque la producción ni siquiera ha invertido en trastos, sólo ha decidido trasladar las cámaras hasta uno de los juegos del Parque de la Costa, aquél que imita al entretenimiento "Waterworld", de Universal Studios en Los Angeles. Imposible mayor precariedad. Poco se rescata de "Cancheritos". Por un lado, excepto los niños protagonistas, el resto del elenco infantil funciona bien e incluso se ve entre tantas caritas a algunos chicos con experiencia como Aldana Jussich, tan efectiva como en su paso por "De corazón". Tampoco puede pasarse por alto el encanto de los más chiquitos del grupo: Pía y Figaza. Enamoradísima, la nena persigue a Figaza con una obsesión primorosa y él huye sistemáticamente. Ambos fueron los protagonistas, anteayer, del primer musical de la tira. Allí hasta se veía al diminuto Figaza frente al altar. Pero una hora, todos los días, no puede sostenerse con las gracias de dos niños.
Critica DIARIO: CLARÍNPor: Luis María Hermid
Lo primero que habrá que dejar prolijamente de lado al intentar una aproximación crítica a Cancheritos (como ocurre, a decir verdad, con muchas propuestas televisivas) es la lógica. Una vez desembarazados de esa molesta pretensión, se está en condiciones de abordar el asunto. El asunto, en este caso, es un programa infantil de ficción, de características más que tradicionales. Enrolado en la corriente "grupal-diminutiva" de Chiquititas & Cebollitas, al igual que este último plantea la rivalidad de dos equipos de fútbol que —en el caso de este nuevo ciclo producido por Daniel Hadad y escrito por Enrique Torres— no son más que el correlato del bien y del mal. Así, sin vueltas.
De un lado están los "cancheritos" del título, con toda su carga de bondad, nobleza, ingenuidad, picardía sana, amor al prójimo, solidaridad, entrega, dulzura, benevolencia, inocencia y pureza. Del otro, denominados los "malosos" (de malos, claro), se aglutinan los valores negativos. Pero como el hombre es naturalmente bueno y es la sociedad quien lo corrompe, los niños —los buenos y los malos— tienen en Andrés Vicente y Fito Yanelli, respectivamente, a sus "guías espirituales". Son ellos los que inculcan en las almas nobles de los niños la virtud en un caso y la maldad en el otro. Los chicos toman así la forma de peones-herramientas en una hipotética partida de ajedrez entre el bien y el mal. Pero como las pretensiones de Cancheritos no se agotan en este escenario remanido, se suma un componente de ciencia ficción, encarnado en Push Megatrón H2O, un niño enviado del futuro (del año 2050), cuya misión es evitar la destrucción del mundo. Cabe aclarar, para entender bien la trama, que en el 2050 el mundo ha sucumbido vaya uno a saber a causa de qué. Aunque si consideramos que el decorado que lo representa es una suerte de templo destruído, sito en el Parque de la Costa, podría llegar a deducirse que la destrucción del planeta comenzó con la puesta en marcha del Tren de la Costa, teoría quizás algo osada, pero que no habría que descartar. "¿Esto es el futuro?", preguntó Alejo, el único que sabía de dónde venía su amigo Push una vez que éste lo transportó cincuenta años adelante, para concluir: "Es una bosta". Calificación algo descomedida para con la producción que tanto empeño puso en poner en escena El futuro.
Los perfiles y los conflictos no escapan a lo más previsible del género: el gordito, el lindo, el pequeñito (Figaza), las chicas, los tímidos escarceos sentimentales, el fútbol, las trampas de los malos, el abanico de relaciones familiares (el hijo de: padres separados, padres autoritarios, madres muertas). Un casting poco lucido, una pretensión de fantasía tirando a pobre, una extrema concepción del bien y del mal y una dinámica de conflictos que casi invitan a extrañar los de Jacinta Pichimahuida hacen del conjunto una propuesta infantil más estéril que canchera.
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